(Jr 26, 11-16. 24 / Sal 68 / Mt 14, 1-12)

“Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos…” (Mt 5, 10) con estas palabras nos preparaba la liturgia para escuchar el fragmento del Evangelio, tanto en este pasaje como en el que leímos del profeta Jeremías encontramos ejemplos de personas que tienen firme su atención en Dios y no dejan que el miedo o la angustia nublen su fe.

Frente a esto hay que preguntarnos a qué le prestamos mayor atención, si a las cosas positivas o a las negativas; también, debemos analizar cómo reaccionamos cuando nuestra vida de fe nos invita a cambiar o dejar algo. Al profeta lo querían matar porque les hacía ver sus maldades y a Juan Bautista lo matan por la misma razón, estas personas ante lo que les confrontaba se les hacía más fácil destruirlo que cambiar ¿estaremos iguales?

Jeremías permaneció fiel a la misión que Dios le había encomendado, aún en medio de las dificultades de las envidias y amenazas a su al rededor, hasta que alguien recapacita y le reconoce su misión: “Este hombre no merece sentencia de muerte, porque nos ha hablado en nombre del Señor, nuestro Dios”…

Dejémonos interpelar por la palabra de Dios, reconozcamos aquello que debemos cambiar, no lo justifiquemos; cuando por algo se nos esté haciendo más difícil perseverar recordemos en quién tenemos puesta nuestra confianza y a la meta de nuestra esperanza. Pidámosle al Espíritu Santo que nos dé la humildad para seguir trabajando por ser mejores y la fortaleza para no justificar nunca nuestras malas acciones.

(P. JLSS)