(1Re 19, 19-21 / Sal 15 / Mt 5, 33-37)

Nuestra fe en Dios debería hacer que nos regocijáramos diariamente como el salmista: “Por eso se me alegran el corazón y el alma y mi cuerpo vivirá tranquilo, porque tú no me abandonarás a la muerte ni dejarás que sufra yo la corrupción.” Con la misma tranquilidad de Pablo cuando enseñaba que si el Señor está con nosotros quien contra nosotros (cf. Rm 8, 31-39).

Quien miente, está poniendo su seguridad en otras cosas, no en Dios. Lo repito, quien tiene compulsión a mentir que no se engañe, tiene puesta su seguridad en lo externo, en lo secundario, se esta olvidando de sí mismo. Por ello, las palabras del Señor: “digan simplemente sí, cuando es sí; y no, cuando es no. Lo que se diga de más, viene del maligno…”

Hay que tener siempre presente la obra de Dios en nuestras vidas para no dejarnos distraer por nada, como Elías recomienda a Eliseo «no olvidar lo que bien sabe que Dios ha hecho con Él», nosotros decimos saber bien aquello que Dios ha hecho con nosotros ¿se nos nota?

Padre inclina nuestro corazón a tus preceptos, danos la gracia esforzarnos por actuar conforme a tu voluntad y en los momento de dificultad, dirigirnos a ti: “Protégeme, Dios mío, pues eres mi refugio. Yo siempre he dicho que tú eres mi Señor. El Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en sus manos.”

(P. JLSS)