(Hch 18, 23-28 / Sal 46 / Jn 16, 23-28)
Ponerse a disposición del Señor implica tener confianza en Él y conocerle, también reconocer que no sabemos ni conocemos todo, sólo así seremos capaces de dejarnos conducir libremente hacia Él confiando en su auxilio y presencia constante. Debemos reconocer que necesitamos ayuda cuando así lo sea.
En la Primera Lectura se nos contó la historia de Apolo, «un hombre elocuente y muy versado en las Escrituras… estaba instruido en la doctrina del Señor, que ferviente espíritu, disertaba y enseñaba con exactitud lo concerniente a Jesús, aunque no conocía más que el bautismo de Juan». Era docto y versado, pero no lo sabía todo… pero cuando Priscila y Aquila le explican no se aferra sino que aprende de ellos.
En el Evangelio Jesús nos habla de algo semejante: “Yo les aseguro: cuanto pidan al Padre en mi nombre, se lo concederá. Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibirán, para que su alegría sea completa” pidámosle a Dios que acreciente nuestra fe y abandono al Espíritu Santo para vivir alegres por contar con su presencia.
Espíritu Santo ven a nosotros y danos tu luz, queremos vivir como discípulos del Señor, rompe en nosotros toda soberbia que no nos permita avanzar, danos la libertad frente a todo apego desordenado y quita toda tristeza que sea fruto de nuestra terquedad y falta de confianza en ti. Danos tu amor y gracia y que esto nos baste.
(P. JLSS)
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