(Gn 3, 9-24 / Sal 89 / Mc 8, 1-10)
Ayer la palabra nos llevó a reflexionar acerca de nuestra actitud frente al pecado, muchas veces, en lugar de dejar que la misericordia Dios nos mueva a buscar el perdón, preferimos «escondernos de la vista» de Dios; este día las lecturas nos muestran una de las maneras más típicas en las que se busca «esconderse» y cuál es la actitud del Señor.
Siguiendo el relato del libro del Génesis, cuando el hombre y la mujer son confrontados por Dios, no asumen esto y piden perdón, sino que, siendo irresponsables le echan la culpa a otro: “La mujer que me diste por compañera me ofreció del fruto del árbol y comí… La serpiente me engañó y comí…” prefieren justificar su pecado que aceptarlo.
En el Evangelio podemos ver que nuestro Señor siempre está atento a nuestras necesidades, la multiplicación de los panes se da por iniciativa de Jesús, no por petición ajena. “Entonces llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da lástima esta gente: ya llevan tres días conmigo y no tienen qué comer…”
Jesús multiplicó el pan, los discípulos lo repartían, pero dependió de las personas si aceptaban lo que se les ofrecía. Hay personas que, aún con hambre rechazan la comida (ya sea por vergüenza o por orgullo). A ti y a mi, a diario Dios nos ofrece su amor y su misericordia ¿por qué no aceptarla? ¿Que evita que nos dejemos amar y mover por el Espíritu Santo? Padre, que tú espíritu rompa en nosotros toda irresponsabilidad por la cual no te estemos dejando actuar en nuestro interior.
(P. JLSS)
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