SÁBADO – SEMANA IV DE PASCUA

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(Hch 13, 44-52 / Sal 97 / Jn 14, 7-14)

¿Escuchamos lo que el Señor nos dice a través de ella o ya solo la oímos? Escuchar la palabra de Dios implica el reconocimiento de que es un mensaje dirigido a cada uno de nosotros particularmente, Dios quiere hablarte a tu corazón ¿qué tan abiertos a que la palabra de Dios produzca cambios en nuestras vidas?

San Pablo y Bernabé dicen valientemente a los judíos (y a cada uno de nosotros) “la palabra de Dios debía ser predicada primero a ustedes; pero como la rechazan y no se juzgan dignos de la vida eterna, nos dirigiremos a los paganos.” El amor de Dios se nos ofrece y va depender de nosotros si le aceptamos o no.

Por un lado, los judíos, para quienes estaba dirigidas primeramente las promesas, al no comprenderlas, las rechazan. Los paganos, por su parte, las aceptan gustosos aún que no las comprendieran del todo. Allí está la clave, se trata de aceptar el amor de Dios sin querer poner nuestros criterios sino los de él, nos da lo que sabe que necesitamos no lo que creemos merecer (cf. Sal 103, 10).

Pidamos a nuestro Padre celestial no perder de vista el sacrificio redentor de nuestro Señor, que no se nos olvide que allí nos manifestó Dios el inmenso amor que siente por nosotros. Escuchémosle: “Si no me dan fe a mí, créanlo por las obras. Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aún mayores, porque yo me voy al Padre; y cualquier cosa que pidan en mi nombre, yo la haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo.” Pidamos mayor fe, Dios quiere nuestro bien (cf. Jn 3, 17).

(P. JLSS)

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