SÁBADO – SEMANA II DE PASCUA

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(Hch 6, 1-7 / Sal 32 / Jn 6, 14-21)

Ayer reflexionábamos acerca de lo importante que es el discernimiento para cualquier decisión que queramos tomar, tener encuesta a Dios para no exponernos a luchar contra Dios, como decía Gamaliel. Hoy escuchamos como los apóstoles como eran personas dóciles al Espíritu Santo, siempre estuvieron abiertos a la novedad que la labor evangelizadora les presentaba.

El Papa Francisco cuenta que san Pedro Fabro «daba una regla de oro para detectar el estado de un alma que vivía tranquilamente y en paz: proponerle algo más. Si un alma estaba cerrada a la generosidad reaccionaría mal.» ¿Cuál es nuestra manera de actuar ante las novedades que la vida nos presenta?

Los discípulos antes de la resurrección y la venida del Espíritu Santo dejaban que el miedo les dominara, como hemos visto en el pasaje del Evangelio, al verle caminar sobre las aguas. Cuando el miedo se presente en nuestras vidas debemos tener claro que el Señor nos anima como hizo con sus discípulos: “Soy yo, no tengan miedo”.

Padre, ayúdanos a poner nuestra mirada en tu Hijo antes que en cualquier temor y que dejemos que el Espíritu Santo nos impulse siempre a ser dóciles a tu voluntad confiando en que ella siempre nos lleva a «tierra firme» como la barca de los discípulos.

(P. JLSS)

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