(Hch 6, 1-7 / Sal 32 / Jn 6, 16-21)
Quien tiene su esperanza puesta en Dios, debe tener presente en su interior que “cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían; los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida”, sea lo que sea que esté viviendo o las responsabilidades que tenga.
Quien confía en el Señor debe luchar por tener claridad acerca de las cosas que le tocan hacer y lo que no, no debe andar queriendo ser «todologo», esto es otra cosa que aprendemos de los apóstoles: “No es justo que, dejando el ministerio de la palabra de Dios, nos dediquemos a administrar los bienes”.
Se nos cuenta también en el libro de los hechos que, “mientras tanto, la palabra de Dios iba cundiendo; en Jerusalén se multiplicaba grandemente el número de los discípulos”, ya que los apóstoles jamás se sintieron amenazados porque hubiera más servidores, eran libres de todo protagonismo ¿pudiera ser que por estar queriendo brillar tú, no dejes actuar a Dios con libertad en ti?
Padre, nos ponemos en tus manos, acrecienta nuestra confianza en ti, enséñanos a aceptar lo que estemos viviendo y saber ceder frente aquello que no está a nuestro alcance. Concédenos «indiferencia» a todo aquello que no nos conduzca hacia ti, para ser libres fuimos liberados (cf. Gal 5, 1)
(P. JLSS)
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