MIÉRCOLES – SEMANA XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO

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(1Cor 12, 31-13, 13 / Sal 32 / Lc 7, 31-35)

¿Qué tan dóciles somos a la acción de Dios? ¿Somos capaces de reconocer su amor aún en medio de dificultades? Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en el amor (1Jn 4, 16), un amor que ha rebasado toda nuestra lógica pero que sabemos que nos conviene y le necesitamos.

A quienes creen en Dios se les debe notar, mucho más a nosotros que no solo decimos conocerle, sino que sabemos que contamos con su amor… al contemplar nuestra manera de vivir Jesús nos podría hacer el mismo reclamos: “¿Con quién compararé a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a esos niños que se sientan a jugar en la plaza y se gritan los unos a los otros: ‘Tocamos la flauta y no han bailado, cantamos canciones tristes y no han llorado’.”

Pablo ayer nos recomendaba aspirar a los dones de Dios más excelentes y hoy nos dice cuál es este don: el amor. Quien tiene amor nada le falta y se le nota porque “El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no es presumido ni se envanece; no es grosero ni egoísta; no se irrita ni guarda rencor; no se alegra con la injusticia, sino que goza con la verdad. El amor disculpa sin límites, confía sin límites, espera sin límites, soporta sin límites.” ¿cómo saber si el amor de Dios reina en nosotros? Preguntémonos qué de este listado nos cuesta más trabajo aceptar.

Hermanos, esforcémonos por experimentar el amor de Dios, seamos dóciles a su misericordia y aceptemos esto aunque nos cueste creerlo, el amor nos sostiene sostiene… Ahora tenemos estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor; pero el amor es la mayor de las tres.“ Padre, que se nos note tu amor.

(P. JLSS)

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