Memoria de nuestra Señora de los Dolores
(1Tim 3, 14-16 / Sal 110 / Jn 19, 25-27)
En este breve pasaje del Evangelio podemos encontrar mucho aprendizaje para nuestras vidas, en el mismo contemplamos al discípulo fiel que no abandona a su maestro en el momento más difícil de su vida, a su madre que tampoco le abandona y al Señor que siempre está atento de nosotros.
En la Cruz podemos reconocer que “realmente es grande el misterio del amor de Dios, que se nos ha manifestado en Cristo…”, ya que en ella podemos contemplar la grandeza de la entrega del Señor, cómo en todo momento procuro nuestro bien. Dicen que cuando alguien está morir se preocupa por las cosas más importantes y fue entonces cuando nos entregó por madre a María.
María acompañó a su hijo en su pasión, en su muerte y en su resurrección, y siempre he creído que en el momento de la Cruz su dolor era tal que Jesús por ello le manda encargarse del discípulo y al discípulo, para que no se extravíe le manda dejarse consolar por ella.
Así como Juan, que te llevó a vivir con él, nosotros también queremos recibirte madre María en nuestras vidas, no queremos dejarnos intimidar por nada, ni por el miedo, la incomprensión ni la duda, por eso acudimos a ti que ya has pasado por eso. Padre danos la fe de María, para ser fieles a tu Hijo toda nuestra vida, tal como ella lo fue.
(P. JLSS)
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