(2Tes 3, 6-10. 16-18 / Sal 127 / Mt 23, 27-32)
¿Tu vida de fe se basa en corresponder al amor de Dios o en un mero cumplimiento de reglas externas? Quien solo busca cumplir por cumplir en cuestiones de fe, terminará cansándose muy pronto, por eso Juan en su carta dice: “En aquel que cumple la palabra de Cristo, el amor de Dios ha llegado a su plenitud.”
Porque lo primero es aceptar el amor, después el amor y la gracia harán lo suyo transformando todo, nuestras maneras de vivir, nuestros criterios y pensamientos, todo. San Pablo, invita a los tesalonicenses a seguir siendo un ejemplo para los demás, ahora les habla del trabajo y ganarse el propio pan.
Incluso Pablo les manda, «en nombre del Señor Jesucristo, que se aparten de todo hermano que viva ociosamente y no según la enseñanza que de él recibieron», no solo por apariencia, como hacían los “sepulcros blanqueados” sino por correspondencia. Que el amor nos conduzca a ser buenos, no solo aparentar bondad.
Para ser buenos seguidores de Jesús podemos seguir el consejo de Pedro Arrupe: «¡Enamórate! Nada puede importar más que encontrar a Dios. Es decir, enamorarse de Él de una manera definitiva y absoluta. Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación, y acaba por ir dejando su huella en todo. Será lo que decida qué es lo que te saca de la cama en la mañana, qué hacer con tus atardeceres, en qué empleas tus fines de semana, lo que lees, lo que conoces, lo que rompe tu corazón, y lo que te sobrecoge de alegría y gratitud. ¡Enamórate! ¡Permanece en el amor! Todo será de otra manera.»
(P. JLSS)
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