(Jue 9, 6-15 / Sal 20 / Mt 20, 1-16)

Dios no espera que cambiemos para amarnos sino que nos ama infinitamente para que cambiemos… cuando éramos pequeños y aquella persona que nos cuidaba quería corregirnos sobre alguna conducta encontraba mucha resistencia hasta que entendíamos que nos convenía el cambio éramos dóciles al mismo.

¿Reconoces que aquello negativo de tu vida te conviene cambiarlo o prefieres seguir justificando tu caída? Hemos escuchado en el Evangelio cómo el Señor siempre está llamando al amanecer, a media mañana, a medio día, a media tarde y al caer la tarde de nuestras vidas, no importa en qué etapa estés mientras te convenzas de responderle.

Se trata de reconocer lo valiosos que somos y no dejarnos impresionar por situaciones efímeras ni por situaciones seductoras, si antes no nos estamos dejando impresionar por el Señor, su sacrificio y amor por nosotros, en la primera lectura escuchamos una poesía hebraica en la que los diferentes árboles decían que no renunciarían a sus frutos por ser “reyes”.

Padre Santo, no queremos que nuestra fe se reduzca a mera teoría, por ello te pedimos que por la fuerza del Espíritu Santo acrecientes en nosotros el inmenso amor que nos tienes y nos ayudes a vivir siendo conscientes de ese amor para no andar dejando que nada nos haga esclavos cuando somos tus hijos. «Y si somos hijos, somos también herederos de Dios y coherederos con Cristo, puesto que sufrimos con él para ser glorificados junto con él.» (Rm 8, 17)

(P. JLSS)