(Dn 3, 14-20. 49-50. 91-92. 95 / Dn 3 / Jn 8, 31-42)

Hoy se nos propone otro ejemplo de fidelidad a Dios en Sedrak, Mesak y Abednegó, quienes por conocer a Dios y por fidelidad al mismo, no temen desobedecer al rey Nabucodonosor. Las amenazas temporales no nos deben atemorizar tanto a los que aspiramos a la vida eterna. ¿De que le sirve a uno ganar el mundo si pierde su alma? (Cf. Mt 16, 26)

Su confianza en Dios es mayor que las amenazas del Rey, lo podemos reconocer cuando le dicen: “Dios a quien servimos puede librarnos del horno encendido y nos librará de tus manos; y aunque no lo hiciera, sábete que de ningún modo serviremos a tus dioses, ni adoraremos la estatua de oro, que has mandado levantar…”

La fidelidad a Dios, debe llevarnos a optar siempre por Él antes que por cualquier otra cosa, no sólo en la aceptación de su voluntad en los momentos difíciles, sino también optar por Él aún cuando esto amenazara nuestra comunidad. Jesús exhorta «a los que habían creído en él» a reconocer en Cristo el amor del Padre y seguirle siendo totalmente libres.

Preguntémonos si nuestro obrar manifiesta nuestra fidelidad a Dios, si vivimos conforme a la misericordia y el perdón que él nos ha dado o no. Ante nuestra manera de proceder ¿Se nos podrían aplicar las palabras: «Si Dios fuera su Padre me amarían a mí, porque yo salí de Dios y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino enviado por él»?

(P. JLSS)