(Dn 3, 14-20. 49-50. 91-92. 95 / Dn 3 / Jn 8, 31-42)
Esta semana hemos meditado acerca de aquello que puede limitar nuestra apertura al amor y la gracia de Dios; el domingo, aparecía el miedo a la novedad; el lunes, prestar demasiada atención a los prejuicios que nos generan los demás y creer que Dios nos juzga así; ayer, escuchábamos cómo nos puede limitar el “acostumbrarnos” a contar con Dios; hoy, se nos invita a no temer cualquier amenaza.
Sedrak, Mesak y Abednegó, permanecieron fieles a Dios aún en medio de las amenazas directas que les hacía Nabucodonosor, que si no se postraban ante la estatua que él había hecho les aventaría al horno encendido, ante esto ellos le responden: “pues el Dios a quien servimos puede librarnos del horno encendido y nos librará de tus manos; y aunque no lo hiciera, sábete que de ningún modo serviremos a tus dioses, ni adoraremos la estatua de oro, que has mandado levantar”.
Las palabras que nuestro Señor Jesucristo nos ha dicho en el Evangelio, “Si se mantienen fieles a mi palabra, serán verdaderamente discípulos míos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres”, deben resonar en nuestro interior frente a cualquier amenaza que se nos aproxime, nada puede arrebatarnos del amor de Cristo (cf. Rm 8, 35-39)
Padre, aunque confesamos conocerte y contar con el Señor como nuestro Salvador, aún hay amenazas a las que les permitimos que nos atemoricen y en algunas ocasiones, hasta que nos paralicen, te pedimos que derrames tu Espíritu Santo en cada uno de nosotros para vivir confiados en tu presencia y ante cualquier amenaza, recurrir primero a ti. Danos la valentía que necesitamos.
(P. JLSS)
0 Comments