(Tb 3, 1-11. 16-17 / Sal 24 / Mc 12, 18-27)

Que resuenen en nuestro interior las palabras del salmo: “Descúbrenos, Señor, tus caminos, guíanos con la verdad de tu doctrina, tú eres nuestro Dios y salvador y tenemos en ti nuestra esperanza.” Y se conviertan en una oración en los momentos de angustia o incertidumbre.

¿Qué tanto valor das a tu esperanza? ¿Te detienes a pensar en todo lo que ésta implica? Quienes creemos en Jesús debemos tener por más importante los «bienes de arriba donde está Cristo» (Cf. Col 3, 1) que cualquier otra cosa porque aspiramos llegar allá.

Miremos el ejemplo de Tobit y el de Ana, aunque es verdad que ambos llegan a una desesperación muy grande por las calamidades que les estaban tocando vivir, ambos son capaces de recapacitar por tener en cuenta a Dios ¿somos capaces de recurrir a Dios cuando nos encontramos en momentos de dificultad?

Recordemos que Dios «no es Dios de muertos, sino de vivos», cada que sintamos que algo nos falta, que nuestra vida le falta abundancia, es porque le estamos ignorando por los problemas y dificultades. Pidámosle al Espíritu Santo que nos dé la capacidad de acudir a Dios siempre que le necesitemos y que jamás le hagamos caso al pesimismo sino al optimismo que proviene de la fe.

(P. JLSS)