(Hch 12, 24 – 13, 5 / Sal 66 / Jn 12, 44-50)
Ayer decíamos que para ser buenos discípulos debíamos escuchar al Señor, hoy se nos suma otra necesidad, debemos dejar que nuestra fe ilumine nuestras vidas, decisiones y la interpretación de todos nuestros acontecimientos. Hoy no nos preguntemos si creemos o no, hoy debemos cuestionarnos qué tanto le creemos nosotros a Él.
Quien cree en Jesús debe vivir libre de miedo, estar disponible para cuando el Señor le pida algo, perseverar sin cansancio y ser rápidos para responderle; algo así como escuchamos qué pasó con Pablo y Bernabé quienes no dudan en responderle al Señor.
Pidámosle a Dios mayor fe, que nuestra vida demuestre que le creemos a Jesús. “Si alguno oye mis palabras y no las pone en práctica, yo no lo voy a condenar; porque no he venido al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo”. El vino para darnos todo lo necesario para salvarnos…
Padre amoroso, que el Espíritu Santo rompa en nosotros todo miedo, creemos en ti, pero algunas veces el miedo nos hace que nos distraigamos, permítenos experimentar siempre tu amor, «Tú has venido al mundo como luz, para que todos los que creamos en ti no sigamos en tinieblas».
(P. JLSS)
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