(1Jn 3, 7-10/ Sal 97 / Jn 1, 35-42)
¿En qué tienes puesta tu atención: en Dios o en tu pecado? San Juan nos dice hoy en la primera lectura, “En esto se distinguen los hijos de Dios de los hijos del diablo: todo aquel que no practica la santidad, no es de Dios; tampoco es de Dios el que no ama a su hermano.” Allí está la clave.
La pregunta que Jesús le hace a los dos discípulos de Juan Bautista que le empiezan a seguir, es la misma que seguramente nos hace hoy a ti y a mi: «¿que buscan?». Al seguir a Jesús ¿qué buscamos? ¿Lo tenemos claro? Hoy por hoy ¿cuál es nuestra mayor necesidad?
Es bello reconocer la disposición del Señor para ayudarnos, pero para lograrlo hay que tener claro quién es Él y aquello que buscamos; acercarnos a él con la firme convicción de que desde nuestro bautismo hemos sido incorporados a la familia de Dios y por Jesucristo somos también herederos por voluntad de Dios (Cf. Rm 8)
Espíritu Santo, ayúdanos a acercarnos a Jesús con la confianza de ser amigos suyos, no siervos (cf. Jn 15, 15), pedirle por todo aquello que necesitamos realmente, para lograr experimentar aquella tranquilidad y gozar de la libertad que ser hijos de Dios da.
(P. JLSS)
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