(1Jn 4, 19-5, 4 / Sal 71 / Lc 4, 14-22)
Al decir que debemos permanecer en el amor de Dios, esto no se trata de algo meramente intelectual o teórico, es algo real que nos transformará completamente si se lo permitimos, si nos dejarnos invadir por Él y le permitimos actuar libremente en nuestro interior. Nuestras acciones le reflejarán, porque será parte de nosotros mismos.
Si confesamos que nos sabemos amados por Dios se nos debe notar, san Juan lo dice de una manera clara: “Si alguno dice: «Amo a Dios» y aborrece a su hermano, es un mentiroso, pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve”. Aquellos con los que convives a diario ¿se encuentran con alguien que manifiesta conocer a Dios.
En el Evangelio, hemos escuchado el día en el que Jesus fue a la sinagoga y reconoce que en Él se cumplen las palabras del profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor”. ¿En tu vida se nota que le crees?
También escuchamos que después de escuchar las palabras de Jesús «Los ojos de todos estaban fijos en él», quizás lo que nos haga falta en estos momentos sea poner nuestra mirada fija en Aquel que nos ha amado, nos ama y amará para recuperar la libertad. Espíritu Santo, enciende en nosotros nuevamente tu amor.
(P. JLSS)
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