(Jl 2, 12-18 / Sal 50 / 2 Cor 5, 20-6, 2 / Mt 6, 1-6. 16-18)
Comenzamos una vez más la Cuaresma valdría la pena que reflexionáramos con qué actitud lo hacemos y si la estamos iniciando con deseo de cambiar algo en nuestras vidas o no ¿tenemos claridad en qué es aquello que más nos estorba en nuestra vida de fe? ¿Por qué no nos atrevemos a dejarlo?
Como todos los años, la Iglesia nos invita a reconocer la necesidad de prepararnos para disfrutar y aprovechar más el misterio de nuestra redención, que se nos note la libertad, para esto nos invita a ejercitar tres cosas: el ayuno, para recordar que tenemos necesidad, hambre de Dios; la limosna, para reconocer y no olvidarnos del cuidado de la providencia; la oración, porque solo en diálogo con Dios será más sencillo aceptar su voluntad.
Debemos reconocer que el llamado que Dios hace por medio del profeta también es para nosotros: “Todavía es tiempo. Vuélvanse a mí de todo corazón, con ayunos, con lágrimas y llanto; enluten su corazón y no sus vestidos.” Hay que pedir la gracia del arrepentimiento y el deseo de volver a Dios y dejarle actuar con total libertad en nuestras vidas.
Pidámosle al Espíritu Santo que nos impulse a dejarnos reconciliar con Dios, que no echemos su gracia en saco roto para irnos configurando como mejores discípulos de Jesús y manifestemos en el mundo que él sigue vivo y sigue transformando nuestras existencias.
(P. JLSS)
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