(Miq 7, 14-15. 18-20 / Sal 84 / Mt 12, 46-50)
Está semana comenzamos reflexionando el domingo que Jesús es un pastor que se compadece de nosotros, que sabe reconocer cuando andamos como ovejas sin pastor. María Magdalena ayer nos enseñaba acerca de la fidelidad al amor y a dejar que el amor de Dios nos apremie.
Quienes conocemos al Jesucristo debemos exclamar algo semejante al profeta Miqueas: “¿Qué Dios hay como tú, que quitas la iniquidad y pasas por alto la rebeldía de los sobrevivientes de Israel? No mantendrás por siempre tu cólera, pues te complaces en ser misericordioso.” Y procurar vivir conforme a esa experiencia.
El Señor en el Evangelio lo recuerda, cuando señalando a los discípulos dice: “Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumple la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre…” si queremos actuar conforme a nuestra fe debemos comenzar por aceptar su inmenso amor.
Padre queremos experimentar la seguridad que tú das, por ello te pedimos que nos envíes al Espíritu Santo para que ilumine nuestras mentes y nos ayude a aceptar que tu amor supera todos nuestros criterios, de nosotros dependerá si aceptamos este inmenso don tuyo o lo rechazamos.
(P. JLSS)
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