(Jon 3, 1-10 / Sal 129 / Lc 10, 38-42)
Tras la parábola del buen samaritano del día de ayer y el Evangelio de este día, siguen resonando las palabras de san Pablo que leíamos el domingo: “No se inquieten por nada; más bien presenten en toda ocasión sus peticiones a Dios en la oración y la súplica, llenos de gratitud…” si tenemos un Dios que sabemos que cuida de nosotros, no deberíamos vivir inquietos por nada.
Hemos escuchado en el Evangelio que el Señor fue de visita a una casa en la que estaban dos hermanas una muy preocupada por atender y otra por aprender de Jesús ¿a cuál de ellas te podrías parecer más? Jesús le dice a Marta “muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará.”
El pueblo de Nínive tras la predicación de Jonás supo reconocer que, por su manera de vivir y su conducta, estaban arriesgando «la mejor parte» y en lugar de quedarse acomodados en su mala conducta prefirieron optar por la búsqueda de la misericordia, “Quizá Dios se arrepienta y nos perdone, aplaque el incendio de su ira y así no moriremos…” reconocieron su enfermedad y se buscaron el remedio (cf. Mt 9, 12; Mc 2, 17; Lc 5, 31).
Padre, queremos ser sanados por tu Hijo el buen samaritano que viene en nuestra ayuda cada que le necesitamos, que el Espíritu Santo nos ayude a no desanimarnos ni acostumbrarnos a vivir con aquello que nos limite y siempre estemos abiertos a la esperanza. “Como aguarda a la aurora el centinela, aguarda Israel al Señor, porque del Señor viene la misericordia y la abundancia de la redención, y él redimirá a su pueblo de todas sus iniquidades.”
(P. JLSS)
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