(Ef 2, 12-22 / Sal 84 / Lc 12, 35-38)

Ayer recordábamos la generosidad de nuestro Padre porque “por pura generosidad suya, hemos sido salvados…” hoy san Pablo continúa con su llamado a no sentirnos lejanos de Dios, porque su amor es inmenso y gravita sobre nosotros en todo momento, basta con aceptarlo.

Debemos procurar acercarnos más a Jesús siempre, “Porque él es nuestra paz; él hizo de los judíos y de los no judíos un solo pueblo; él destruyó, en su propio cuerpo, la barrera que los separaba: el odio”. Debemos vivir esta realidad, hemos sido amados profundamente ya.

¿Cómo cumplir las palabras del Señor en la que nos dice: “estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas. Sean semejantes a los criados que están esperando a que su señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque.” Quien espera a alguien? Procurando corresponder al amor que nos ofrece, vivir conscientes de su amor y misericordia.

Pidamos a Dios que nos conceda aguardar pacientemente su misericordia, que aún en medio de las dificultades nos dejemos conducir por su gracias para no caer en la desesperación, “Cuando el Señor nos muestre su bondad, nuestra tierra producirá su fruto. La justicia le abrirá camino al Señor e irá siguiendo sus pisadas.”

(P. JLSS)