(1Cor 6, 1-11 / Sal 149 / Lc 6, 12-19)

Tras nuestro encuentro con el Señor, no podemos quedar igual, se nos debe notar ese inmenso amor que confesamos haber recibido de parte de Dios, de allí que el Señor diga en el Evangelio: «yo los he destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca».

La caridad es la manifestación más grande del amor de Dios en nuestras vidas, la caridad es «la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.» (CCE 1822) se diferencia de la filantropía en que es una participación de lo recibido, no solo un plan realizado personalmente.

Lucas nos cuenta cómo el Señor antes de llamar a los apóstoles, pasa la noche en oración, no se puso a hacer las cosas valiéndose solo de su conocimiento, se dejó iluminar por Dios antes. San Pablo, en la primera lectura, llama a la comunidad cristiana a vivir la caridad fraterna evitando los pleitos entre ella y cuando se den esos arreglarlos como cristianos.

Pidamos a Dios que nos ayude para saber reconocer su amor hacia nosotros y que procuremos siempre disfrutarle más, dejarnos amar tanto por el que este amor se manifieste en nuestras vidas en todo, en nuestro trato, en nuestro proceder, en nuestras decisiones, que sepamos siempre manifestar los frutos de tanto amor recibido.

(P. JLSS)