(1Tes 5, 1-6. 9-11 / Sal 96 / Lc 4, 31-37)

“El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?” Qué serenidad traería a nuestras vidas si dejáramos que estas palabras del Señor se convirtieran en una certeza en nuestro interior ¿hay algo en estos momentos que te esté haciendo temer?

El mayor temor que deberíamos tener quienes creemos en Jesucristo es vernos alejados de su amor y de la vida eterna, cuando uno teme la llegada de alguien es porque no está haciendo las cosas bien o porque tiene algo pendiente con esta persona; a quienes creemos en el Señor, el día de su regreso «no nos tomará por sorpresa, como un ladrón, si no vivimos en tinieblas, sino cómo lo que somos, hijos de la luz y del día, no de la noche y las tinieblas.»

La pregunta que debemos hacernos entonces es qué tanta autoridad le damos a la palabra de Jesús en nuestras vidas y qué tanto aprovechamos su poder para dejar de estar teniendo cualquier cosa. Dejémonos admirar por la palabra de autoridad que tiene Jesús contra todo lo negativo que hay en nuestras vidas.

Pidámosle a nuestro Padre celestial la docilidad necesaria a su amor y a la fuerza del Espíritu Santo para hacer caso a la Palabra que nos invita a que “no vivamos dormidos, como los malos; antes bien, mantengámonos despiertos y vivamos sobriamente. Porque Dios no nos ha destinado al castigo eterno, sino a obtener la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo.”

(P. JLSS)