Hoy celebramos al apóstol Santiago, comúnmente llamado el «mayor» para distinguirlo del otro apóstol llamado así, fue hermano del apóstol Juan y junto con Pedro fue testigo de la Transfiguración del Señor (Cf. Lc 9, 28-36; Mt 17, 1-13; Mc 9, 1-13) y de la oración de Jesús en el huerto (cf. Mc 14, 32-42; Mt 26, 33-46; Lc 22, 40-46).
Sólo con estos dos eventos que le tocó presenciar a este apóstol podríamos detenernos a reflexionar hoy. Todos los que seguimos al Señor somos conscientes de que el nos quiere hacer mejores personas, que siempre nos hará falta dejarle actuar más en nuestro interior y que debemos ser dóciles, esto aprendió este apóstol cuando el día de la Transfiguración oyó la voz que dijo: «Este es mi Hijo amado, escúchenlo».
Y es el mismo que en Getsemaní no pudo velar junto al Señor en la oración… ¿qué podemos aprender de esto? Que un error nunca debe ser pretexto para dejar de perseverar en la fe, cada error o pecado nos debe recordar que “Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que esta fuerza tan extraordinaria proviene de Dios y no de nosotros mismos.”
Santiago fue también el primer apóstol en sufrir el martirio (cf. Hch 12, 1-2), «que bebió del cáliz que bebió el Señor», por eso hoy les invito a pedirle a Dios, por intercesión del Apóstol Santiago, seguir las enseñanzas de Jesús con sinceridad, procurando ser cada vez mejores, no permitir que nuestras ideas y prejuicios nos hagan tener un supuesto “pretexto válido” para dejar de hacerlo con fidelidad.
(P. JLSS)
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