(Is 7, 1-9 / Sal 47 / Mt 11, 20-24)

Ayer reflexionamos como el llamado que Dios nos hace no es sinónimo de ausencia de dificultades, sino seguridad en la meta que se aspira alcanzar. Para reforzar esto debemos hacerle caso al Señor que nos dice que no endurezcamos nuestro corazón como quienes dudan de Dios aunque han visto sus obras.

¿Te pasará algo semejante? El profeta hoy se acerca al rey (y a ti y a mi) para recordarnos que contamos con Dios y si contamos con él no hay nada que temer. Ya nos ha manifestado el inmenso amor que nos tiene enviándonos a su Hijo, no podemos fingir desconfianza.

Si decimos creer en la salvación que nuestro Señor Jesucristo nos ofrece no podemos andar por la vida desconfiados o temerosos, Él se entrega completamente por nosotros, no nos da lo que creemos merecer sino lo que sabe que necesitamos. ¿Reconocer tener necesidad de Él?

Pidamos a nuestro Señor que nos de la valentía de perseverar a su lado sin descanso confiando en su amor y en su poder, no nos vaya a suceder como a Corazaín, Betsaida y Cafarnaum, a los que el Señor les revira su incredulidad aún cuando ya le conocen: “Pero yo te digo que será menos riguroso el día del juicio para Sodoma que para ti.” (Cf. Jn 9, 41).

(P. JLSS)