(Sant 4, 1-10 / Sal 54 / Mc 9, 30-37)

Cuando se nos presentan las dificultades de la vida ¿dónde buscamos auxilio? ¿Es en Dios o dónde lo hacemos? La respuesta a estas interrogantes dependerá mucho del valor que le demos al sacrificio de Jesús por nosotros, donde queda de manifiesto la magnitud de su amor, prueba de que está dispuesto hacer todo por nuestro bien.

San Pablo llega a afirmar por esta razón: “No permita Dios que yo me gloríe en algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo…” porque será en la cruz algo muy iluminador en los momentos difíciles, porque somos conscientes que Jesús no fue abandonado allí como tú y yo tampoco lo seremos.

Quien se olvida de este misterio de amor, puede llegar a confundirse a tal grado de olvidarse del Señor, del Reino y dejar de buscar que este se vaya haciendo una realidad, los discípulos prefirieron hablar de puestos y lugares de honor antes de escuchar a Jesús sobre su pasión, pero también por estar distraídos no escucharon lo de la resurrección.

Pidamos a Dios que fortalezca nuestra esperanza de tal manera que no nos dejemos atemorizar por nada, ni mucho menos distraer, que permitamos al Espíritu santo impulsarnos siempre hacia ti. Siguiendo las palabras de Santiago: “Por consiguiente, sométanse a Dios; resistan al diablo y se alejará de ustedes. Acérquense a Dios y él se acercará a ustedes.”

(P. JLSS)