(2Sm 7, 4-5. 12-14. 16 / Sal 88 / Rm 4, 13. 16-18. 22 / Lc 2, 41-51)

Dos celebraciones grandes al Señor San José hay en el año, la que celebramos hoy y la del primero de mayo en la que le reconocemos como un obrero, hoy como un esposo que supo cumplir con todo lo que Dios le pedía en su persona, familia y hogar ¿cómo andamos nosotros en esto? ¿Nos preocupa agradar a Dios con nuestras acciones?

San José fue el responsable de cuidar de la santísima Virgen María en los momentos más importantes de su vida: en su embarazo, en su parto, en la crianza de Jesús, etc., en la escena del Evangelio notamos también como ella le daba su lugar como padre en la crianza de su hijo, cada uno hacía lo que le tocaba.

“Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia…” San José es ejemplo para todos de sencillez y silencio en el seguimiento de Dios, de perseverancia aún cuando la obra de Dios rebase nuestra comprensión e inteligencia.

Pidamos a Dios, por intercesión de San José, permanecer fieles a la misión que Dios nos ha dado aún cuando todo parezca confuso o difícil, dejándonos acompañar por la Virgen y confiando en la cercanía del Señor. Allí está también la clave del Señor San José, no rechazo a la Virgen ni se dejó intimidar por nada confiando en que Jesús estaba de su lado. Salve, custodio del Redentor y esposo de la Virgen María. A ti Dios confió a su Hijo, en ti María depositó su confianza, contigo Cristo se forjó como hombre. Oh, bienaventurado José, muéstrate padre también a nosotros y guíanos en el camino de la vida. Concédenos gracia, misericordia y valentía, y defiéndenos de todo mal. Amén.

(P. JLSS)