(Nm 21, 4-9 / Sal 101 / Jn 8, 21-30)

¿Estás atento a lo que el Señor te quiere decir o ya te es indiferente? Quien deja de ser agradecido por algo es porque ya se ha acostumbrado a ello, y quien se ha acostumbrado a algo puede llegar hasta menospreciarlo o desecharlo. Es cuando algo pasa de ser algo “grandioso” a ser algo “equis”.

El pueblo de Israel pasó por algo similar, presta mayor atención en su necesidades que lo que habían logrado, y le reclaman a Moisés su libertad: “¿Para qué nos sacaste de Egipto? ¿Para que muriéramos en el desierto? No tenemos pan ni agua y ya estamos hastiados de esta miserable comida”… Y tras el episodio de las serpientes nuevamente recurren a Dios y se acuerdan de su poder.

Jesús mismo, en el Evangelio nos dice: “Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, entonces conocerán que Yo Soy y que no hago nada por mi cuenta; lo que el Padre me enseñó, eso digo…” aún reconoces la grandeza del sacrificio del Señor o ya te acostumbraste a eso también?

Este día necesitamos reconocer de nuevo la grandeza de todo lo que Dios nos ha dado, reconocer el poder de nuestro Señor Jesucristo y poner todas las “mordeduras” que el pecado o el dolor han causado en nuestro interior en sus manos. Espíritu Santo, destruye en nosotros todo lo endurecido, conciértenos nuevamente en algo de carne y permítenos gozar la libertad de tu presencia.

(P. JLSS)