(Tb 2, 9-14 / Sal 111 / Mc 12, 13-17)
Nuestro Señor Jesucristo es muy claro cuando lo tiene que ser, en el pasaje del Evangelio que hemos escuchado hoy, ante la pregunta truculenta acerca del tributo al César, responde: “Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.” Así nos responde siempre ¿le hacemos caso?
Cuando uno se encuentra en una encrucijada o en una situación en la que debe tomar una decisión, por lo general, la conciencia le dice inmediatamente qué es aquello que debe hacer, dependerá de uno si sigue esto o no. De lo que se trata no es de invitarles a tomar decisiones acaloradas sino a atreverse a pedir a Dios luz y valentía.
En la historia de Tobit se nos cuenta algo muchas veces incomprensible, cuando a la persona que procura hacer la voluntad de Dios le pasan desgracias y éstas son las únicas que no se desaniman ante estas situaciones, sin embargo se pueden equivocar en el discernimiento y para eso necesitan aceptar la ayuda de quienes les rodean.
No sé qué puedas estar viviendo en estos momentos, lo que si sé es que no debes responsabilizar de todo a Dios, mucho menos culparle, debemos dar «al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» y estar abiertos a los diferentes medios por los cuales el Señor nos hace recordar que contamos con su auxilio y compañía, que en la duda nos confronten las palabras de Ana: “¿De qué te han servido tus limosnas? ¿De qué te han servido tus buenas obras? ¡Dímelo tú, que todo lo sabes!.”
(P. JLSS)
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