(Ez 47, 1-9. 12 / Sal 45 / Jn 5, 1-16)

Me gustaría tener como frase de esta semana el refrán que recordábamos el domingo: «no hay peor ciego que el que no quiere ver», toda esta semana reflexionaremos acerca de nuestro Señor bajo el signo de la Luz ¿permitimos que el Señor ilumine nuestras vidas? Quien lo hace no camina en tinieblas (cf. Jn 8, 12).

Jesús nos ofrece su amor y su gracia a todos, dependerá de cada uno de nosotros que tanto recibimos de esto. En el Señor se cumplen todas las profecías, él nos ofrece ese torrente de gracia que mana desde el santuario para que dejemos que nuestras vidas sean transformadas por él.

En quien confía en el Señor el miedo no puede enraizarse tan fuerte, porque sabe que nunca quedará defraudado. Se supone que se está convencido de que “Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, quien en todo peligro nos socorre. Por eso no tememos, aunque tiemble, y aunque al fondo del mar caigan los montes.”

Por ello, ante todo aquello que nos aqueja, dejemos que el Señor se involucre y dejemos que él transforme nuestra existencia, no nos acostumbremos a nada que limite nuestra libertad, abramos paso al amor y a la gracia de Dios para ser realmente libres. Escuchemos al Señor que no nos quiere postrados en ninguna «camilla» que nos dice: “Levántate, toma tu camilla y anda”.

(P. JLSS)