(Is 1, 10. 16-20 / Sal 49 / Mt 23, 1-12)

Tras escuchar las palabras del salmo: “¿Por qué citas mis preceptos y hablas a toda hora de mi pacto, tú que detestas la obediencia y echas en saco roto mis mandatos?” Deberíamos cuestionarnos acerca de la atención que le prestamos a las palabras del Señor o si solamente las oímos.

Cuánta gente dice conocer la palabra de Dios y que su vida pareciera que jamás han oído hablar de Él, ateísmo práctico se le llama, vivir como si Dios no existiera aún cuando se confesara creer en Él. Puede que no nos consideremos malas personas, pero si somos sinceros hay muchas cosas que no soltamos porque confiamos demasiado en lo que nos aportan…

Escuchamos como Jesús en el Evangelio invita a sus discípulos a estar atentos a la forma de actuar de algunos personajes: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra.” ¿Nos pasará igual a nosotros? Que decimos algo y hacemos otra cosa?

Sigamos el llamado del Padre celestial a escuchar a su Hijo amado y a nadie más. Jesucristo es el mejor maestro, el padre más providente y la única guía que vale la pena seguir con cabalidad. ¿Necesitas aprender algo? Acude a Jesús ¿Te sientes desprotegido y amenazado? Procura comunicarte más con el Padre ¿Estás viviendo de manera desorientada? Déjate iluminar por el Espíritu Santo. Cristo es el Hijo amado, escuchémosle.

(P. JLSS)