(Is 49, 1-6 / Sal 70 / Jn 13, 21-33. 36-38)
Profundizar en el misterio de nuestra redención, en todo el mensaje de amor que encierra el misterio de nuestra redención podrá invocar con mayor docilidad a Dios con palabras semejantes a las del salmo: “Sé para mí un refugio, ciudad fortificada en que me salves. Y pues eres mi auxilio y mi defensa, líbrame, Señor, de los malvados.”
Siguiendo el ejemplo de nuestro Señor sabemos que a la voluntad de Dios uno debe aceptarla y abandonarse a ella confiando en que será librado de cualquier amenaza. No se trata de dejadez sino de aprender a mirar la realidad desde la confianza y el amor que se nos tiene.
San Juan llama a este misterio «glorificación», cada momento fuerte en la vida del Señor en el que se anuncia su muerte redentora es descrito con este término, así cuando Judas va a entregar al Señor es anunciado de la siguiente manera: “ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en Él. Si Dios ha sido glorificado en Él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará.”
Pongamos en manos del Señor nuestras dificultades actuales, reconozcamos que Él es más fuerte que ello, abrámonos a la libertad que nos ofrece y aceptemos esas dificultades como un medio por el que podemos hacernos mejores personas, mejores cristianos, porque imitamos la obediencia de nuestro Maestro.
(P. JLSS)
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