(Sab 1, 1-7 / Sal 138 / Lc 17, 1-6)
Ayer comentábamos que ninguno de nosotros debemos querer justificar nuestra falta de fe con supuesta falta de capacidad si no hemos aprovechado la presencia del Espíritu Santo en nuestro interior, pues debemos iluminar el mundo con la luz del Evangelio reflejada en nuestra vida.
¿Le has pedido a Dios que aumente tu fe en aquella situación difícil que pudieras estar viviendo? ¿Te podría decir lo mismo que a los discípulos cuando le pidieron que aumentara su fe? “Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decirle a ese árbol frondoso: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y los obedecería…”
Cabría preguntarnos si esa supuesta lejanía de Dios no será más bien que se están cumpliendo en nosotros las palabras del libro de la sabiduría: “El santo espíritu, que nos educa, y huye de la hipocresía, se aleja de la insensatez y es rechazado por la injusticia.”
Espíritu Santo ven a nuestros corazones y llénalos con tu presencia para que desaparezca de nosotros cualquier rastro de hipocresía, toda insensatez e injusticia de tal manera que no haya nada que limite tu acción en nuestras vidas y nuestro testimonio provenga de la vivencia de tu amor.
(P. JLSS)
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