LUNES – SEMANA XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO

Diocesis de Mexicali https://diocesisdemexicali.org


(1Cor 11, 17-26 / Sal 39 / Lc 7, 1-10)

“Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.” El amor y la misericordia de Dios es algo que podemos describir como esa constante búsqueda y deseo de encontrarse con nosotros, reconociendo también que él pone todos los medios para que esto suceda y que dependerá de nosotros si aprovechamos esto o no.

Hoy hemos escuchado cómo dentro de la comunidad de los corintios, algo que comenzó como signo de unidad se estaba convirtiendo en algo que atentaba contra la unidad de la asamblea eucarística y lo más triste es que sólo era por presunción. Después de la celebración de la Eucaristía se llevaba a cabo una cena con cosas que la gente compartía, pero los ricos llevaban cosas ostentosas pero solo para ellos no para compartir, por ello el apóstol hablara de la unidad buscada por el Señor cuando instituyó el Sacramento.

Jesús al dejar el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre ha querido que comamos de ese único sacrificio agradable al padre y salvación para nosotros, Él es nuestro abogado en el Cielo para que no vivamos con miedo a nada y nos dejemos encontrar por él sin miedo, confiando en su misericordia (cf. 1Jn 2, 1-2).

Pidámosle Dios nuestro Padre, que acreciente nuestra fe en su misericordia y nuestra confianza en su poder, aún cuando nos podamos considerar los más indignos frente a él, aceptémosle y dejémonos amar, aprendamos del oficial Romano que aún en medio de su “indignidad” no teme acercársele y pedirle su ayuda: “Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que tú entres en mi casa; por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente a verte. Basta con que digas una sola palabra…” aún en medio de los prejuicios se acercó con apertura a su acción.

(P. JLSS)

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