(Nm 11, 4-15 / Sal 80 / Mt 14, 13-21)
“¡Ojalá que mi pueblo me escuchara y cumpliera Israel con mis mandatos! Yo, al punto, humillaría a sus enemigos y sentirían mi mano sus contrarios…” muchas veces seguramente ha pasado por nuestras cabezas la idea de que el Señor no nos escuchara pero valdría la pena preguntarnos qué tan dispuestos estamos nosotros a escucharle.
En la lectura del libro de los números escuchamos la desesperación de Moisés, mientras él quiere cumplir con la misión que Dios le había dado de llevar al pueblo hacia la tierra prometida éste renegaba de lo que antes reconoció como bendición, el maná ¿a cuál de estas partes te pareces más? ¿Reniegas o te desesperas?
Recordemos: “No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios”, se vale cansarse, se vale sentir desesperación, somos humanos, lo que no se vale es olvidar que Dios siempre está al pendiente de nosotros como escuchamos en el Evangelio que Jesús al ver aquella multitud que le seguía se compadeció de ella; Marcos, en su evangelio, nos dirá que se compadece porque andan como ovejas sin pastor (cf. Mc 6, 34).
Nosotros sabemos que Jesús puede obrar portentos con lo que pongamos a su disposición, que con cinco panes y dos pescados puede alimentar multitudes y hasta sobra ¿por qué entonces no le presentamos nuestra vida para que obre maravillas en ella? Espíritu Santo haz que nos volvamos a experimentar hijos del Padre celestial, para no andar como ovejas sin pastor, ni cómo si fuéramos huérfanos, «somos hijos y si somos hijos también somos herederos de Dios y coherederos con Cristo» (Rm 8, 17).
(P. JLSS)
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