(Ex 14, 5-18 / Ex 15 / Mt 12, 38-42)
Para aguardar pacientemente la acción de Dios, necesitamos mantener nuestro corazón abierto a Él, evitar que el miedo y la incertidumbre lo endurezcan y nos dominen. El pueblo de Israel varias veces cayó en la incertidumbre llegando a renegar de Dios por no comprender su proceder. ¿Te pasa algo similar?
Es curioso cómo, cuando permites que el miedo te domine, puedes llegar a añorar todo lo del pasado, incluso aquello que les hacía permanecer esclavos, los israelitas dicen a Moisés: “¿Para qué nos sacaste de Egipto? ¿No te dijimos claramente allá: ‘Déjanos en paz; queremos servir a los egipcios’? Pues más vale servir a los egipcios que morir en el desierto”.
¿Te pasa algo semejante? Quien conoce a Jesús es consciente del poder de Dios y de la gracia que se le ofrece, por eso si no nos hemos detenido a meditar lo que significa el misterio de nuestra redención, nuestras peticiones se parecerán a la de los personajes del Evangelio: “Maestro, queremos verte hacer una señal prodigiosa.” Cómo si no hubiera hecho nada por nosotros.
Padre concédenos una fe cierta para no andar con temerosos, concédenos un corazón dócil a tus inspiraciones para no vivir temerosos sino en la certeza de contar contigo. Daños tu amor y gracia y que eso nos baste. Hagámosle caso al Señor, que nos dice: «No endurezcan su corazón».
(P. JLSS)
0 Comments