(2 Cor 6, 1-10 / Sal 97 / Mt 5, 38-42)

La mayor riqueza que tenemos como cristianos es haber experimentado la misericordia y el amor de Dios gratuitamente, que por pura generosidad haya querido salvarnos (cf. Ef 2, 1-10) ¿que tan valiosos es esto para ti? Para poder comprender el Evangelio de este día debemos tener presente esta riqueza.

Solamente una persona que reconoce aquello con lo que cuenta y vive consciente de ser amado no se dejará arrebatar la paz que el amor de Dios da. San Pablo les dice a los Corintios “continuamente damos pruebas de que somos servidores de Dios con todo lo que soportamos: sufrimientos, necesidades y angustias; golpes, cárceles y motines; cansancio, noches de no dormir y días de no comer. Procedemos con pureza, sabiduría, paciencia y amabilidad.” El amor es más poderoso que la violencia.

Pablo «exhorta a no echar la gracia en saco roto. Porque el Señor dice: En el tiempo favorable te escuché y en el día de la salvación te socorrí», reconozcamos que contamos con algo que trasciende lo material y todo lo temporal; todos conocemos a alguien que, aún no teniendo tanto (fama o material) vive de una manera verdaderamente libre. Aprendamos de ellos.

Pidámosle al Espíritu Santo la fortaleza para no desfallecer en nuestro seguimiento de Dios, que nos ayude a no caer en la tentación ni del afán de riquezas, ni en la vanidad y que nos libre de toda soberbia, porque quienes creemos en Jesucristo “Somos los «impostores» que dicen la verdad; los «desconocidos» de sobra conocidos; los «moribundos» que están bien vivos; los «condenados» nunca ajusticiados; los «afligidos» siempre alegres; los «pobres» que a muchos enriquecen; los «necesitados» que todo lo poseen…”

(P. JLSS)