(2Cor 1, 1-7 / Sal 33 / Mc 5, 1-12)
¿Qué tan fuerte es nuestra esperanza? Decía Benedicto XVI, al inicio de su encíclica «Spe Salvi» que «el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino». De allí la importancia de respondernos esa pregunta.
Sólo aquel que tiene firme su esperanza en Dios es capaz de enfrentar las dificultades tranquilamente, porque sabe que “así como participamos abundantemente en los sufrimientos de Cristo, así, por medio de Cristo, recibimos también un gran consuelo” Él jamás nos dejará abandonados.
Pidámosle al Espíritu Santo que fortalezca nuestra esperanza, a fin de poder tener presente, aún en medio del sufrimiento, las palabras de Jesús: “Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos…”
Padre, te pedimos que nos concedas paciencia para afrontar las dificultades sostenidas por tu amor y por tu gracia; estamos convencidos de tu poder y de que con él nada nos puede vencer, te pedimos fortalezcas nuestra fe y nos devuelvas la tranquilidad que da saberse hijos tuyos. “Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor. Dichoso el hombre que se refugia en él”.
(P. JLSS)
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