(1Pe 1, 3-9 / Sal 110 / Mc 10, 17-27)

¿Existe algo que sabes que debes dejar y no te animas? Y si no te animas ¿a qué se deberá? Al hombre del Evangelio que aseguraba cumplir los mandamientos desde chico Jesús, después de mirarlo con amor, le dice: “Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme…”

Este hombre fue incapaz de siquiera pensar en la posibilidad de dejar aquello, simplemente no lo intentó, y al descubrir lo que Jesús le pedía, “se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes.” ¿cuáles serán nuestros bienes? ¿Por qué permitimos que sea mayor el miedo a soltarlos que la confianza en la gracia?

Muchas veces estos ”miedos” se fundamentan en supuestas faltas de capacidad para afrontar esto, para ello contamos con nuestra esperanza en alcanzar el encuentro definitivo con Jesucristo. No nos dejemos intimidar por nada, pidamos a Dios que fortalezca nuestra esperanza para no interpretar la realidad de manera simple.

Que el Espíritu Santo nos auxilie para no olvidar que por nuestra fe, Dios nos protege y hay que cuidar este don, siguiendo las palabras de San Pedro: “Porque la fe de ustedes es más preciosa que el oro, y el oro se acrisola por el fuego.” Así que aprendamos a ver la purificación de nuestra fe antes que querernos rendir.

(P. JLSS)