(Hch 16, 11-15 / Sal 149 / Jn 15, 26-16, 4)

Ayer escuchamos como san Pedro caía en cuenta de que Dios no hace distinción de personas y acepta al que lo teme y practica la justicia, y si Dios no hace distinción ¿quiénes somos nosotros para dejarnos fuera de este don maravilloso? Pedro lo hizo ante la conversión de Cornelio, pero también tú y yo podemos ser quien impulse a los demás a descubrir esto.

Hoy se nos presentó el ejemplo de Lidia que deja que el Señor toca su corazón y se convierte a él, así nosotros también estamos llamados a hacer lo mismo que ella dejar que toque Dios toque nuestro corazón y lo transforme. O como dijera Juan, en su Evangelio: permanecer en su amor.

No debemos temer tanto, hemos de aceptar más el amor de Dios y abandonarnos a él confiados en las promesas de Jesús sobre la asistencia que tendríamos del Espíritu Santo. “Les he hablado de estas cosas para que su fe no tropiece.” ¿Tendremos docilidad a sus inspiraciones?

Padre nos abrimos a tu amor, haz que el Espíritu Santo nos haga experimentar tu cercanía permanente en nosotros y que por su poder, nuestra fe no desfallezca ante ninguna circunstancia adversa e injusticia, que sepamos reconocer el mal como lo que es, una ausencia de bien, o como dijera Jesús: “Esto lo harán, porque no nos han conocido ni al Padre ni a mí.” ¿nuestra manera de vivir manifiesta que nosotros si les conocemos?

(P. JLSS)