(Tb 1, 3; 2, 1-8 / Sal 111 / Mc 12, 1-12)
¿Qué tanto valoramos el amor de Dios por nosotros manifestado en la pasión de Cristo? Es una pregunta que nos debemos hacer después de escuchar la aclamación: “Señor Jesús, testigo fiel, primogénito de los muertos, tu amor por nosotros es tan grande, que has lavado nuestras culpas con tu sangre.”
Del valor que demos al sacrificio del Señor va a depender en muchas ocasiones nuestra perseverancia, porque al meditar acerca de su pasión descubriremos que nada lo hará desistir en su deseo de nuestro bien, en ningún momento dejará de procurarnos todo aquello que nos puede hacer falta para vivir en paz.
“La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente.” ¿Aceptas esto? Acepta el misterio de nuestro Señor y aférrate a Él, en él debemos poner totalmente nuestra confianza y no en nada ni nadie más.
Recordemos que el bien no se debe hacer por quedar bien con nadie, el bien lo hacemos porque nos sabemos amados por Dios y eso es lo que debe nacer en nuestros corazones como pasaba con Tobit, aún en medio de amenazas hacía el bien. Dios nos conceda procurar correspondes a su amor para ser personas buenas y no sólo aparentar bondad.
(P. JLSS)
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