(Hch 6, 8-15 / Sal 118 / Jn 6, 8-15)

Después de la multiplicación de los panes mucha gente sigue a Jesús, le buscan por todos lados hasta encontrarlo, pero no por haberle reconocido como enviado del Padre, sino porque les había llenado el estómago; por ello, el Señor les invita a «no trabajar por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna».

¿Por qué sigues a Jesucristo? ¿Le reconoces cómo tu Señor? ¿Sólo como una fuente de recursos? ¿Tienes claridad en esto? Los personajes del Evangelio, le preguntan directamente a Él qué es aquello que deben hacer para llevar acabo las obras de Dios (corresponder al amor de Dios) y la respuesta del Señor es sencilla y clara: «creer en aquel a quien el Padre ha enviado».

En la primera lectura se nos dio testimonio de la entereza de la fe de San Esteban y cómo varios judíos “se pusieron a discutir con Esteban; pero no podían refutar la sabiduría inspirada con que hablaba”; también se nos dice que «su rostro pareció tan imponente como el de un ángel», a quien cree en Dios se le nota, ya sea en cómo interpreta la realidad, como piensa y/o como enfrenta las dificultades.

Te pedimos Señor que nos des fortaleza para enfrentar la realidad como quien cree en ti, aumenta también en nosotros la fe para vivir con tu paz y libres de temor. “Aunque los poderosos se burlen de mí, yo seguiré observando fielmente tu ley. Tus mandamientos, Señor, son mi alegría; ellos son también mis consejeros.”

(P. JLSS)