(Is 35, 1-10 / Sal 84 / Lc 5, 17-26)
Escuchamos en el Salmo: “Cuando el Señor nos muestre su bondad, nuestra tierra producirá su fruto. La justicia le abrirá camino al Señor e irá siguiendo sus pisadas.” ¿Qué tanto le crees a la bondad que Dios te ofrece? ¿Aceptas su amor y misericordia o la sientes ajena?
Al hablar de conversión, como cambio de manera de pensar e interpretar la realidad, debemos reconocer que la necesidad que tenemos de cambiar la opinión que tenemos de nosotros mismos, aprender a mirarnos como él nos ve, aceptar el valor que para él tenemos y no dejar que nuestros prejuicios personales limiten su actuar en nosotros.
La escena del Evangelio es muy interesante, un hombre es presentado a Jesús para que le cure, sus amigos le bajan por el techo para acercárselo al Señor y él reconoce esto como un acto grande de fe. Dios siempre reconoce nuestro esfuerzo, nosotros nos debemos dejar acercar a Él y obedecer lo que él diga, no lo que los que le rodean.
Si este hombre hubiera escuchado más a los demás que al Señor, se hubiera quedado paralítico. Así igual nosotros, debemos creerle más a Dios, reconocer su deseo de que estemos bien y obedecerle más a Él que a nuestras ideas o los prejuicios ajenos. Sintamos nuestras las palabras de Isaías: “Digan a los de corazón apocado: «¡Ánimo! No teman. He aquí que su Dios, vengador y justiciero, viene ya para salvarlos»”
(P. JLSS)
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