(Ap 5, 1-10 / Sal 149 / Lc 19, 41-44)
La frase que escuchamos en la aclamación: “No endurezcan su corazón, como el día de la rebelión en el desierto…” queda incompleto si no escuchamos el siguiente verso que dice «cuando sus padres dudaron de mí aunque habían visto mis obras» (cf. sal 95 [94], 8-9). En estos momentos de tu vida ¿qué es lo que está nublando tu esperanza? ¿En qué estás poniendo mayor atención?
Nuestra atención debe de estar puesta en Jesucristo, nuestro Señor, Él es quien tiene el control y a quien vale la pena recurrir en todo momento; quienes le conocemos no podemos andar como los personajes del libro del Apocalipsis que no sabían a quién recurrir para que les dijera el contenido de ese libro que está en la mano de Dios, haciendo referencia al Evangelio.
En Cristo y su poder debe residir nuestra confianza, reconozcamos su autoridad sobre todo, digámosle junto a toda la Iglesia: “Tú eres digno de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque fuiste sacrificado y con tu sangre compraste para Dios hombres de todas las razas y lenguas, de todos los pueblos y naciones”. Sobre cualquier duda y problema él tiene poder.
Muchas veces, cuando creemos no obtener respuesta de parte de Dios, ni siquiera reconocemos el mayor don que ha queridos darnos, su amor y gracia. Aceptando esto, seríamos capaces de descubrir que no nos falta tanto. Escuchemos la voz de Jesús que nos invita a conocerle más. “Cuando Jesús estuvo cerca de Jerusalén y contempló la ciudad, lloró por ella y exclamó: ¡Si en este día comprendieras tú lo que puede conducirte a la paz! Pero eso está oculto a tus ojos… porque no aprovechaste la oportunidad que Dios te daba.” Aprovechemos su amor, no lo ignoremos.
(P. JLSS)
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