(Is 7, 10-14 / Sal 39 / Hb 10,4-10 / Lc 1, 26-38)
Nueve meses antes de la Navidad celébranos como Iglesia la solemnidad de la Anunciación del Señor, aunque pudiera parecer que esta celebración rompiera con la dinámica cuaresmal de nuestras meditaciones, no es así. Celebramos la encarnación del Señor el momento en que “Aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros…”
Del relato de la anunciación del Señor podemos aprender mucho, en éste reconocemos la voluntad de Dios de salvarnos, la elección que hace de nosotros para una misión concreta según nuestras capacidades. ¿Sientes que algo de lo que estás viviendo sobrepasa tus fuerzas? ¿Ya le preguntaste a Dios, a ejemplo de maria, «cómo va a ser eso…»?
También nos alegramos porque en el acontecimiento que recordamos este día inicia nuestra redención, Dios que no quiere que le sintamos lejano, pone su mirada entre nosotros para que acudamos a Él y reconozcamos su cercanía y misericordia, el que hoy se encarga mañana se ofrecerá por cada uno de nosotros.
Padre Santo, agradecemos todos los dones de tu amor, hoy te pedimos que abras nuestro corazón y entendimiento para valorar más tu presencia en medio de nosotros, te pedimos que envíes tu Espíritu Santo para prepararnos a la vivencia de la Semana Santa, en la que conmemoramos la entrega de nuestro Señor, por la cual “todos quedamos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez por todas.”
(P. JLSS)
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