(Fil 7-20 / Sal 145 / Lc 17, 20-25)

Quien vive agradecido con Dios no se desesperará tan fácilmente, ni interpretará la realidad de una manera desalentadora. Quien reconoce la grandeza de la gracia y del amor de Dios en sí mismo no se desesperará tan fácilmente y buscará encontrar sentido en lo que pudiera parecer no tenerlo.

La clave que se nos da apara lograr esto, se nos da hoy en las lecturas, esto es: permanecer. Se nos recuerda en la aclamación la frase del Señor: “Yo soy la vid y ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante”, ser paciente es una gracia que debemos pedir antes de querer encontrar la comprensión.

Esta es precisamente la invitación que el Señor nos hace en el Evangelio, no actuar nunca abajo emoción sino bajo la esperanza, ni la euforia ni el desasosiego nos harán tomar buenas decisiones, debemos buscar la serenidad antes de actuar. La paciencia todo lo alcanza, como decía Teresa de Ávila.

Cuando somos pacientes podremos vivir y reconocer la acción de Dios como le sucedió a Onésimo, se encontró con quien le ayudó a darle sentido a todo su pasado y sacar provecho del mismo. Pidamos a Dios el don de la Serenidad para no tomar decisiones acaloradas sino poder vivir en la seguridad que la confianza en quien nos ama genera.

(P. JLSS)