(Sab 7, 22-8, 1 / Sal 118 / Lc 17, 20-25)
Tras nuestra reflexión acerca de la necesidad que tenemos de reconocer y ser agradecidos por lo que el Señor ha realizado en nosotros, este día se nos invita a aferrarnos a Él, si queremos dar fruto, eso es lo que debemos hacer. “Yo soy la vid y ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.”
Aferrarse al Señor nos hará vivir más tranquilos, libres de todo miedo, confiados… quien se deja distraer puede salir corriendo tras cualquier falsa seguridad. Y cuando alguien actúa por miedo, todo lo puede confundir. “Entonces les dirán: ‘Está aquí’ o ‘Está allá’, pero no vayan corriendo a ver, pues así como el fulgor del relámpago brilla de un extremo a otro del cielo, así será la venida del Hijo del hombre en su día.”
Si sentimos que andamos en oscuridad, pidámosle al Señor su presencia y cercanía en nuestras vidas, no le alejemos, “la sabiduría es más brillante que el sol y que todas las constelaciones; si se la compara con la luz del día, la sabiduría sale ganando, porque al día lo vence la noche, pero contra la sabiduría, la maldad no puede nada.”
Por eso Señor te pedimos que nos ayudes a valorar cada vez con más tu presencia en nuestras vidas, a aprovechar el auxilio que nos ofrece el Espíritu Santo que habita en nosotros y abandonarnos confiados a sus inspiraciones. “Ella sola lo puede todo; sin cambiar en nada, todo lo renueva; entra en las almas de los buenos de cada generación, hace de ellos amigos de Dios y profetas, porque Dios ama sólo a quienes conviven con la sabiduría.”
(P. JLSS)
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