(Flp 3, 3-8 / Sal 104 / Lc 14, 12-33)
Quien se cierra al anuncio del Evangelio se valdrá de cualquier cosa para ignorarlo, sea por considerarse indigno o por desconfiar del mismo, y buscará cualquier pretexto para mantenerse igual. Como los judaizantes con quienes Pablo tantos desencuentros tuvo.
San Pablo, en esta parte de la carta a los Filipenses, para prevenirles de quienes querían reducir la libertad que da el amor y la gracia de Dios a meros preceptos judaizantes, les dice “el verdadero pueblo de Israel somos nosotros, los que servimos a Dios movidos por su Espíritu y ponemos nuestra gloria en Cristo Jesús y no confiamos en motivos humanos.” La salvación depende únicamente de Nuestro Señor Jesucristo, nosotros debemos adherirnos a Él.
Ante la invitación del Señor a acudir a él si nos encontramos fatigados y agobiados por la carga para que nos de alivio, debemos prestar mayor atención en su invitación que que en lo que nosotros podríamos considerar impedimento, para él somos la «oveja perdida» que vale la pena rescatar, la «moneda perdida» que vale la pena buscar ¿por qué no le dejamos que se acerque?
Pablo siempre puso mayor atención en el amor de Dios que en su pasado, seamos dóciles al Espíritu Santo para que seamos capaces de reconocer la grandeza de este misterio que Dios nos ofrece y aceptarlo dócilmente para vivir con la tranquilidad que da el saberse amado da. Cómo san Pablo, “todo lo que era valioso para mí, lo consideré sin valor a causa de Cristo. Más aún, pienso que nada vale la pena en comparación con el bien supremo, que consiste en conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por cuyo amor he renunciado a todo, y todo lo considero como basura, con tal de ganar a Cristo.”
(P. JLSS)
0 Comments