(Ecl 1, 2-11 / Sal 89 / Lc 9, 7-9)
Cuando Jesús dice a Tomás: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre si no es por mí…” lo hace en el contexto de despedida y frente a la incomprensión de la voluntad del Padre por parte del apóstol. Él debe ser nuestro rumbo, la respuesta a nuestras interrogantes, la vida en abundancia.
Para esto se vuelve necesario hacernos la misma pregunta que se hizo Herodes, y respondernos quién es Jesús para nosotros, de eso dependerá nuestra perseverancia, nuestras ganas y esfuerzos. Su amor y gracia nos da la fortaleza necesaria para afrontar y vencer todo. Por ello Pablo nos recuerda que él es nuestra paz (cf. Ef 2, 14).
«Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre» (Hb 13, 8) mientras que “Todas las cosas, absolutamente todas, son vana ilusión. ¿Qué provecho saca el hombre de todos sus trabajos en la tierra? Pasa una generación y viene otra, pero la tierra permanece siempre.” Frente a la contingencia esta lo eterno y eso se nos ofrece.
Pidámosle al Espíritu Santo que fortalezca nuestra esperanza y reafirme en nosotros la necesidad de vivir su amor y de su gracia para perseverar sin cansancio. “Llénanos de tu amor por la mañana y júbilo será la vida toda. Que el Señor bondadoso nos ayude y dé prosperidad a nuestras obras” abandonémonos confiados en su amor.
(P. JLSS)
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