(Nn 20, 1-13 / Sal 94 / Mt 16, 13-23)
Ayer escuchamos el el ejemplo de la mujer que deseaba la liberación de su hija, la cual era atormentada por un demonio, está mujer no se dejó impresionar por lo negativo y estuvo atento a la fuente de lo que necesitaba: Jesús. ¿Cómo anda tú corazón? ¿Sigues confiando en el Señor o ya te dejaste gobernar por el miedo?
El pueblo de Israel, frente a la sed, renegó de Dios y añoró la esclavitud, dejó de considerar las obras y portentos que Dios le había manifestado, todo por no comprender la acción de Dios, por ello se les deja claro que si Dios quiere puede sacar agua hasta de las piedras.
Por ello se nos pide que «no endurezcamos nuestro corazón, como el día de la rebelión en el desierto, cuando sus padres dudaron de mí, aunque habían visto mis obras…» tener presente la acción de Dios, pensar e interpretar nuestra realidad iluminados y guiados por el Espíritu Santo.
No dejemos que la incertidumbre o el sufrimiento nos gobiernen, si Dios nos confía algo, no significa que se estará libre de momento difíciles, significa que siempre estará con nosotros. Pidámosle a Dios no darle tanta fuerza al miedo, no sea que después se nos pudiera reprochar “¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!”
(P. JLSS)
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